Tina Balser es una mujer típicamente neoyorkina casada con un abogado de éxito. Aparentemente no le puede pedir más a la vida: un bonito piso en una de las mejores zonas de la ciudad, un marido con un buen trabajo, dos hijas, criada... y sin embargo Tina no es feliz, ni con su piso, ni con sus hijas, ni con su marido. Ni siquiera es feliz con su amante.
Pero no nos confundamos, Tina no está desquiciada, Tina lo que está es deprimida, y esa profunda tristeza e insatisfacción se deja ver en cada uno de los capítulos de su diario (un cuaderno que funciona como su única parcela propia, su pequeño metro cuadrado) que si bien se inclina más hacia la comedia que al melodrama, su realismo en ocasiones termina siendo desgarrador.
Quizá el poso melancólico de la obra se deba a que un lector de nuestra época es incapaz de distanciarse de la historia de esta mujer, publicada originalmente en 1967, y es que son escasas las diferencias que nos separan de las mujeres de entonces: quizá hayamos ganado terreno en el mundo laboral, pero en otros aspectos como nuestro lugar en el hogar no esté tan claro.
Os animo encarecidamente a que lo leáis y hagáis un experimento, ¿con cuántos miedos de su lista de fobias os podéis sentir identificados? Si los puedes contar con los dedos una mano enhorabuena, aún no estás del todo desquiciado.
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