sábado, 24 de agosto de 2013

Nación Prozac, de Elizabeth Wurtzel



Una vez más, las críticas encontradas a una obra en goodreads resultan curiosamente enriquecedoras. Antes de empezar Nación Prozac lo primero que leí fue a alguien que decía, hablando en román paladino, que su autora Elizabeth Wurtzel parecía estar encantada de haberse de conocido. Y así es.

Y es que lo primero que me ha llamado la atención de esta especie de autobiografía es la gran carga de egocentrismo que recae sobre la protagonista, porque uno siempre se imagina este tipo de trastornos afectando a las personas de otra manera totalmente distinta... Pero no nos confundamos, lo comento como lo que es, una curiosidad y no una crítica.

Si os digo la verdad, me pongo a reseñar Nación Prozac un poco en plan kamikaze, sin tener una opinión realmente formada acerca de la obra, pero como me pareció interesante leerla, creo que también es interesante hablar de ella.

Antes de nada, una advertencia: no esperéis encontrar en este libro una auténtica novela, con su planteamiento - nudo - desenlace. En ella su protagonista, Lizzie, nos contará su experiencia como joven depresiva, centrándose sobre todo en su etapa de estudiante en Harvard, y cómo esa bendita droga llamada Prozac salvó su vida.

Por ello es lógico que la narración en ocasiones resulte un tanto errática, y los detalles parezcan dispuestos al azar, pero es que la depresión parece no tener nada de lógica precisamente, y en parte es ese caos lo que refleja la estructura de la obra.

En este punto precisamente es donde creo que falló la película, en querer disponer todos los detalles dentro de un orden que, en mi opinión, resultó totalmente artificial y que impiden al espectador apreciar esta enfermedad como lo que realmente parece ser, que es un proceso.

Lo recomiendo, buena lectura, y os lo dice una que lo leyó prácticamente enterito en la playa. Tema sesudo pero fácil digestión. Ni tan mal.



lunes, 19 de agosto de 2013

La sal de la vida, de Anna Galvada


Creo que La sal de la vida entrará en mi lista de grandes decepciones, lo que tiene mucho mérito habida cuenta de que me puse a leerlo por casualidad y sin esperar absolutamente nada de él. Bueno, tanto como nada no, a mí me gusta que al menos no se tome al lector por tonto.

Esta obra de Anna Gavalda (no había tenido nunca el gusto), que no sé muy bien si clasificar como novela, novela corta, cuento largo, o qué, trata de lo siguiente: Simone, Garance y Lola son tres hermanos que se dirigen a la boda de un familiar, pero justo antes de la ceremonia deciden huir para visitar a su hermano pequeño, Vicent, que trabaja como guía en un palacio.

Hasta aquí parece que nos prometen una historia emotiva y humorística sobre la familia, como esas típicas películas independientes europeas. Pero lo que para mucha gente es la recreación de la infancia robada de unos hermanos, para mí no es más que un relato pedante y pretencioso donde la autora los personajes parecen mirar al lector desde un pedestal hecho a base de supuesto ingenio e inteligencia burguesa.

Tengo que admitir que durante las primeras páginas el libro me estaba resultando entretenido (aunque tampoco gracioso y mucho menos hilarante) pero para mí la historia fue fallando a medida que conocía a sus protagonistas. Para los que ya la hayáis leído, creo que me vais a entender perfectamente cuando digo que no me siento para nada identificada con Garance, el primer personaje que nos presentan, y sin embargo sí con su cuñada. Y el resto de los hermanos no salen mejor parados.

Además, y esto es una cuestión personal, nunca me han gustado las novelas con referencias culturales tan descaradas y obvias. Sinceramente, ese final de 3 páginas citando canciones de Björk, Pulp y Jeff Buckley se me indigestó un poco.

Eso sí, no todo es malo y La sal de la vida tiene un gran punto a su favor: su extensión. Creo que no hubiese aguantado ni una página más de las 150...




viernes, 16 de agosto de 2013

La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides




No sé si es una casualidad o un cúmulo de circunstancias personales, pero el caso es que no paro de encontrarme una y otra vez con historias de universitarios, lo que quiere decir que estoy hartita de leer y de ver cómo se supone que los jóvenes pasan de la adolescencia a la edad adulta. Después de esto vendría un largo "bla, bla, bla", pero entonces aparece La trama nupcial, y la verdad es que no puedo decir nada malo de este libro (o sea, que así, sí).

Antes de empezar a leerlo no pude evitar hacer lo que suelo hacer siempre, que es echarle un vistazo a las críticas en Goodreads, y me ha llamado poderosamente la atención que mucha gente no parara de nombrar una y otra vez la anterior novela de su autor: Middlesex, que casi siempre parece salir ganando.

Por si me lee algún seguidor de Jeffrey Eugenides, he de dejar un par de cosas claras antes de que sigan leyendo este intento de reseña, para que vean por dónde van los tiros:

1) Sí, en su momento leí Middlesex. Supongo que el Premio Pulitzer era bien merecido porque la novela me gustó y mucho.

2) Creo que la gente olvida de manera injusta su primera obra, Las vírgenes suicidas, que no tiene Pulitzer pero que me parece mucho más redonda.

Supongo que es inevitable intentar comparar La trama nupcial con sus hermanas mayores, más que nada porque con este ritmo de trabajo este escritor comienza a parecerse al cometa Halley, y uno siempre intenta unir los libros dentro del mismo universo. Pues bien, a pesar de esto no pienso caer en la comparación, aunque os voy a hacer una confidencia que espero que quede entre nosotros: no me parece que Middlesex sea mejor. En absoluto.

En La trama nupcial Jeffrey Eugenides nos transporta a principios de los ochenta mediante el personaje de Madeleine, una joven enamoradiza e idealista, que está trabajando en su proyecto fin de carrera sobre el matrimonio en la literatura inglesa del siglo XIX. Pero la trama comienza a recordar levemente a Jane Austen cuando conocemos a su amigo Mitchell, estudiante de teología, que está enamorado de nuestra protagonista, aunque esta a su vez a quien quiere es a Leonard, un joven que parece no ser demasiado conveniente para ella.

Este triángulo amoroso, tan propio de las novelas de la época estudiada por Madeleine, funciona a la perfección gracias a la inteligente narrativa de Eugenides, que se toma su tiempo para presentarnos a cada personaje, y cuyo ritmo es tan trepidante como el de las mejores novelas victorianas.

Y el libro al final deja un regusto amargo, porque no deja de ser realista que el camino a la madurez pase por la frustración y infelicidad. Y al final uno no sabe muy bien si eso lo provoca la edad adulta o el matrimonio.

En definitiva, una gran novela, para mí la mejor del autor hasta la fecha. ¿Y ahora qué, Jeffrey? ¿Nos volveremos a ver en 2020?


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