viernes, 10 de mayo de 2013

Miau, de Benito Pérez Galdós


Tal día como hoy, pero hace 170 años, nacía Benito Pérez Galdós. Creo que no hace falta que diga que don Benito, aquel llamado Garbancero por un Valle-Inclán con muy mala leche, es de mis escritores preferidos.

Hace tiempo os escribía una pequeña reseña sobre El amigo Manso, novela que os recomendé y que os animo a leer, pero como homenaje os recomiendo mi preferida, Miau, cuyo encanto está en que tristemente os parecerá muy actual.

La historia es la de un cesante, Ramón Villaamil, ex trabajador del Ministerio de Hacienda que se encuentra sin trabajo y sin posibilidad de jubilarse por no haber sabido arrimarse a gente influyente. Ramón vive en una casa modesta de la calle del Pez en Madrid con su mujer, su cuñada, su hija y su nieto Luisito, auténtica alma de la novela. Con una familia que mantener y sin posibilidad de retirarse, nuestro protagonista irá hundiéndose poco a poco en la miseria más absoluta.

Quizá podría decir que, de todas las novelas de Galdós que he leído, Miau es en parte la más realista de todas, pues nos presenta sin cortapisas la sociedad de apariencias del Madrid decimonónico y expone al lector de manera muy cruda una realidad miserable de la España de la época, como es la de la falta de futuro de los cesantes, trabajadores abocados a un desempleo permanente con los cambios de gobierno.

Sin embargo, la curiosidad de esta novela es la animalización de todos los personajes, que acompañada de la entrañable humanización de Canelo, el perro de la familia, da como resultado un reflejo de la sociedad totalmente deformado (¡ja! ¿quién inventó el esperpento?), que aunque se aleja del realismo funciona perfectamente y hace de esta la que es, para mí, la obra más especial del autor.

Como muestra aquí os dejo su magnífico principio, párrafo que, sin saber por qué, se ha transformado con los años en mis líneas preferidas de toda la historia de la literatura:

A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando.

Otros tendrán a Dickens, a Balzac o incluso a Tolstoi, pero para mí Galdós es un escritor que no tiene parangón.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...