Como os comentaba hace tiempo, no me resulta fácil leer obras de Somerset Maugham, porque la mayoría de ellas parecen no tener traducción o estar descatalogadas, así que cuando vi que Ediciones B había publicado recientemente una de sus novelas, Un extraño en París, me ha faltado tiempo para leerla.
Esta obra rompe para mí con el tópico de Maugham de sus títulos. Ya no se trata de una expresión descontextualizada a la que le encontraremos sentido a medida que vayamos desgranando la historia (algo que ocurría con Servidumbre humana, El velo pintado y El filo de la navaja), sino que su título original es simplemente Christmas Holiday y en español la han llamado, torpemente a mi parecer, Un extraño en París.
Escrita en 1939, la historia es la siguiente: Charley Mason, un jovencito inglés de familia acomodada, decide pasar las vacaciones de navidad en París, donde presuntamente se reencontrará con su amigo Simon, pero sus vacaciones no serán lo que él esperaba al conocer a Lydia, una prostituta rusa con la que descubrirá poco a poco los bajos fondos parisinos, y al ver en lo que su amigo se ha convertido.
He visto que a menudo catalogan esta novela como policíaca, pero si sois amantes de la novela negra os sentiréis altamente decepcionados porque no es el caso. Es cierto que Charley va descubriendo poco a poco cómo Lydia ha llegado al burdel donde la conoce, y su historia está relacionada directamente con un asesinato cuyos detalles son para nuestro protagonista las piezas de un puzzle que intenta encajar. Sin embargo, esta trama que podemos calificar como de intriga, es tan solo la excusa del autor para poner a su protagonista ante un mundo totalmente desconocido para él.
Queda claro, en seguida, que Charley aprenderá mucho de ese viaje y que la joven rusa le abre la puerta a un un mundo diferente, como si al cruzar el canal de la Mancha nuestro protagonista hubiese descendido a un submundo dramático y sórdido, predecesor sin duda de épocas mucho más convulsas, pero que se percibe como más real que el vivido hasta entonces en su apacible Londres:
Experimentaba algo que no había sentido jamás. Le parecía como si de pronto se hubiese rasgado un velo que pintaba el mundo de agradables y familiares colores, y se encontrara de repente ante una sombra convulsa y retorcida por el dolor.
No podía faltar un parrafito de la novela, que condensa muy bien el espíritu de la misma, y que además me pareció curiosa por esa alusión, de nuevo, al velo pintado.
Dicen que Maugham con Un extraño en París pretendía plasmar la ignorancia de la clase acomodada británica ante la situación dramática que se estaba viviendo en el continente en la época de entreguerras, y algo me dice que con esta novelita (corta y sencilla, pero tremendamente efectiva), lo consiguió. Os la recomiendo.
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